Ubicado en un entorno marítimo costero –en Rincón del Indio, Punta del Este– este edificio tiene una innegable impronta simbólica por la comunión entre elementos pasivos como escultura y relieve, y el viento marino, dinámico por definición. Los paisajistas Beatriz Vermeulen y Cristián Carrero Pons fueron los encargados del diseño de los espacios exteriores.
Ya el nombre del proyecto, la arquitectura y su ubicación imponen respeto. El edificio de Grey Stone posee fachadas y galerías revestidas en granito gris autóctono, acero inoxidable y hormigón desnudo, y justo en frente se despliegan las dunas de la «brava» de cara a la rigurosidad del Atlántico. Entre las características principales del predio se destacan los 50 metros de retiro de frente, desde la avenida hasta el edificio. Allí, los paisajistas decidieron emular la naturaleza del entorno. Se realizaron dos grandes dunas que convergen, por sus laderas aterrazadas, en un valle en diagonal a la rambla, sólo cubiertas de césped y custodiadas desde un cul-de-sac por la sublime escultura de Gyula Kosice (Reflexión cósmica, 1989) en acero inoxidable. Uno de los desafíos fue lograr disimular la entrada en el garaje sin elevar las lomas exageradamente. Contra la fachada, orientada plenamente al sur, se plantaron macizos de Pittosporum tobira ‘Wheeler’s Dwarf’, con su verde tan vivo, y Westringia fruticosa que acompañaron con sus grises al granito.
El parque central, un espacio de 6.000m² con franca orientación norte, requería que se generaran sombras en los márgenes sin perjudicar, con los años, la exposición necesaria en la piscina. Se buscó gestar una atmósfera de refugio, íntima, con dos suaves lomas laterales, coronadas de pinos y araucarias, con formios morados a modo de cubresuelos. En una de esas lomas se diseñó un espacio semicircular, con un terraplén revestido en granito y con hiedras en las juntas, lugar común de encuentros. El deck de la pileta fue flanqueado, en su lado sur, por un gran macizo de hemerocalis y Miscanthus sinensis.
La contrafachada del edificio se vistió con Guadua chacoensis, un tipo de bambú gigante, todo un contraste tropical para la zona. Para dar una atmósfera más privada y hogareña a los bungalows, se generaron pequeños jardines individuales abiertos hacia el parque central. Para ello se crearon cercos de Bambusa gracilis respaldados por tabiques de bambú seco y Paspalum haumanii que emergen entre Pittosporum tobira ‘Wheeleri’ y algunos álamos plateados como elementos verticales. Toda esa composición da un toque oriental al proyecto.
Sin cerrar las vistas hacia los bosques vecinos de Rincón del Indio, en cada corredor abierto entre bungalows se emplazaron un dolmen de tres metros de altura acompañado por grupos de menhires en granito que emergen de un mar de gauras blancas y respaldados por un macizo de tamariscos de flor rosada.
Nota : Revista Jardín
Fotos: Ángela Copello
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